Iglesia Bautista Oakhill – Declaración de Fe
La Fe y el Mensaje Bautista, 2000

I. Las Escrituras
La Santa Biblia fue escrita por hombres divinamente inspirados y es la revelación de Dios de Sí mismo al hombre. Es un tesoro perfecto de instrucción divina. Tiene a Dios como su autor, la salvación como su propósito, y la verdad, sin mezcla de error, como su contenido. Por tanto, toda la Escritura es completamente verdadera y confiable. Revela los principios por los cuales Dios nos juzga, y por eso es, y será hasta el fin del mundo, el verdadero centro de unión cristiana y la norma suprema por la cual toda conducta humana, credos y opiniones religiosas deben ser evaluados. Toda la Escritura da testimonio de Cristo, quien es Él mismo el centro de la revelación divina.

II. Dios
Hay un solo Dios vivo y verdadero. Él es un Ser inteligente, espiritual y personal, el Creador, Redentor, Conservador y Gobernador del universo. Dios es infinito en santidad y en todas sus perfecciones. Es todopoderoso y omnisciente; su conocimiento perfecto abarca todas las cosas, pasadas, presentes y futuras, incluyendo las decisiones futuras de sus criaturas libres. A Él le debemos el más alto amor, reverencia y obediencia. El Dios eterno y trino se nos revela como Padre, Hijo y Espíritu Santo, con atributos personales distintos, pero sin división en su naturaleza, esencia o ser.

Dios, como Padre, reina con cuidado providencial sobre su universo, sus criaturas y el curso de la historia humana conforme a los propósitos de su gracia. Él es todopoderoso, omnisciente, amoroso y sabio. Dios es verdaderamente Padre para aquellos que se convierten en hijos suyos por medio de la fe en Jesucristo. Tiene una actitud paternal hacia toda la humanidad.

Cristo es el Hijo eterno de Dios. En su encarnación como Jesucristo, fue concebido por obra del Espíritu Santo y nació de la virgen María. Jesús reveló y cumplió perfectamente la voluntad de Dios, tomando sobre sí la naturaleza humana con todas sus exigencias y necesidades, identificándose completamente con la humanidad, pero sin pecado. Honró la ley divina mediante su obediencia personal, y con su muerte sustitutiva en la cruz proveyó redención para el ser humano. Resucitó de entre los muertos con un cuerpo glorificado y se apareció a sus discípulos como la misma persona que estuvo con ellos antes de la crucifixión. Ascendió al cielo y ahora está exaltado a la diestra de Dios, donde actúa como el único Mediador, completamente Dios y completamente hombre, en quien se efectúa la reconciliación entre Dios y el hombre. Él regresará con poder y gloria para juzgar al mundo y consumar su misión redentora. Actualmente habita en todos los creyentes como el Señor vivo y siempre presente.

El Espíritu Santo es el Espíritu de Dios, plenamente divino. Inspiró a los hombres santos de la antigüedad para escribir las Escrituras. Mediante la iluminación, permite a los seres humanos comprender la verdad. Exalta a Cristo. Convence al mundo de pecado, de justicia y de juicio. Llama a las personas al Salvador y produce la regeneración. En el momento de la regeneración, bautiza a cada creyente en el Cuerpo de Cristo. Cultiva el carácter cristiano, consuela a los creyentes y otorga los dones espirituales mediante los cuales sirven a Dios a través de su iglesia. Sella al creyente hasta el día de la redención final. Su presencia en el cristiano es garantía de que Dios lo llevará a la plenitud de la estatura de Cristo. Ilumina y fortalece tanto al creyente como a la iglesia en la adoración, la evangelización y el servicio.

III. El Hombre
El hombre es una creación especial de Dios, hecho a Su imagen. Él los creó hombre y mujer como la obra culminante de Su creación. El don del género es, por tanto, parte de la bondad de la creación de Dios. En el principio, el hombre era inocente de pecado y fue dotado por su Creador con libertad de elección. Por su libre decisión, el hombre pecó contra Dios, trayendo el pecado a la raza humana. Por la tentación de Satanás, el hombre transgredió el mandamiento de Dios y cayó de su inocencia original, por lo que su descendencia hereda una naturaleza y un entorno inclinados al pecado. Por tanto, tan pronto como son capaces de acción moral, se convierten en transgresores y están bajo condenación. Sólo la gracia de Dios puede llevar al hombre a Su comunión santa y permitirle cumplir el propósito creativo de Dios. La sacralidad de la personalidad humana es evidente en que Dios creó al hombre a Su imagen, y en que Cristo murió por el hombre; por lo tanto, cada persona de toda raza posee dignidad plena y es digna de respeto y amor cristiano.

IV. La Salvación
La salvación implica la redención del hombre en su totalidad y se ofrece gratuitamente a todos los que aceptan a Jesucristo como Señor y Salvador, quien por Su propia sangre obtuvo la redención eterna para el creyente. En su sentido más amplio, la salvación incluye la regeneración, la justificación, la santificación y la glorificación. No hay salvación aparte de la fe personal en Jesucristo como Señor.

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